23 octubre 2008

Brazalete de despedida.



Hoy se va un crack al que veía casi a diario de Lunes a Viernes, de tan diario te acostumbras y te olvidas del crack. Como todos los cracks, este acaba de migrar a un futuro mejor, y de que esto pueda pasar no te olvidas aunque tengas a uno cerca todos los días.Como esta migración me ha pillado por sorpresa no pude encargar los brazaletes negros, ni siquiera unos lazos en señal de duelo por la perdida que sufrimos los que nos quedamos, los que realmente perdemos. Al crack no se le puede reprochar nada, en todos los sentidos, incluido este nunca a dejado de ser un crack. Así que dentro de todo dos cosas para acabar, que suerte para sus futuros compañeros, que el no la necesita, es un crack. Y mierda que no me dio tiempo a encargar unos brazaletes para la broma de turno, aunque no tanta broma.

P.D: Josete, te pasaré la factura de los que nos cueste ahogar esta pena, Listo!

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21 octubre 2008

Ike, el día después (Stafford, 14 de septiembre)

Tras dos días encerrados en la decimoquinta planta de uno de los edificios de apartamentos más veteranos y robustos de Houston, estábamos desesperados por salir a tomar el aire y comprobar cuáles habían sido los daños materiales en la zona. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nuestro refugio no solo nos había protegido, también nos había aislado de la realidad que se mostraba ante nuestros ojos.

La gran mayoría de los distritos de la ciudad se había quedado sin luz, y eso en la ciudad con más aire acondicionado y más autopistas y semáforos del mundo era algo digno de ver. Ramas, troncos y árboles enteros invadían gran parte de las calles, como si el mundo se hubiese parado y la naturaleza hubiese recuperado la tierra que le arrebató el asfalto y, entre ramas, troncos y árboles enteros, caminaban personas que en una situación normal jamás de hubiesen visto las caras. Todos nos mirábamos como si descubriéramos por fin que teníamos muchas más cosas en común de lo que pensábamos, como si empezásemos a entender que éramos vulnerables y que más valía estar un poco más unidos. Ojalá algunos aquí también aprendan que el agua, la gasolina, la electricidad y todo lo que conlleva eso no siempre está disponible y que cuando se tiene se debe usar con sentido común. Que se acabe el despilfarro y que comience la era de la sostenibilidad. Jamás había visto a Sydney tan feliz al ver a sus compatriotas caminando, mirándose las caras, ayudándose, tomando el fresco en las calles. Había troncos centenarios partidos en dos, ventanas rotas, vallas caídas, y los tan definidos límites de la tan preciada propiedad privada texana se habían ido al carajo en tan solo unas horas. Por unos días, tu problema también es mi problema, tu árbol ha partido en pedazos nuestra valla, nuestro coche, algún tejado incluso, el desastre había afectado a ricos y a pobres, como la muerte.

Afortunadamente, no se han registrado apenas víctimas mortales. Las autoridades han actuado con un sentido de la previsión tan enfermizo que me hace pensar que, por lo menos, Katrina sirvió de algo. Yo le llamo el síndrome de Katrina, o katrinitis. Las pocas víctimas se han hallado en la costa, donde el nivel del mar aumentó tanto que las olas o la corriente se llevaron a algún cabezota que decidió no hacer caso de la evacuación obligatoria. Al aumentar tanto el nivel del mar, no tan solo ha desaparecido el trazado de la bella ciudad de Galveston, sino que los ríos que desembocan en la bahía comenzaron a drenar las aguas en sentido contrario, y en lugar de desahogar las calles de Houston, algunas se han inundado.

Mientras recorríamos las calles lentamente, sorteando árboles, carteles y miradas condescendientes, descubrimos que una tienda de 24 horas logró, mediante generadores, abrir sus puertas para vender productos de primera necesidad. Nos apresuramos e hicimos cola para comprar cerveza y tabaco y nos dimos cuenta de que esos eran los productos de primera necesidad que compraban absolutamente todos en la cola. Al salir, el dueño del bar de al lado decidió abrir para que todos nos pudiéramos sentar al aire libre. Al no haber luz, algunos decidieron poner música desde sus “trocas”, con lo cual la fiesta fue total. Eso sí, al marchar el sol, como ha ocurrido durante millones de años en este planeta, se acabó la luz y el dueño nos dijo que nos fuéramos a casa. A partir de las siete hay toque de queda para evitar vandalismo, aunque muchos, como nosotros, hemos hecho oídos sordos a las autoridades y por la noche hemos encontrado dos pubs con luz, música, cerveza y un montón de gente que prefiere divertirse antes que pasar una noche de insomnio en una casa sin luz ni agua.

Y ya estoy de vuelta en casa, de nuevo me siento afortunado porque aquí tampoco se ha ido la luz y mi pescado y mis gambas siguen congeladitos, así que me voy a poner las botas con la paella que voy a preparar para celebrar que no hay escuela ni el lunes ni el martes. ¿Alguien se anima?

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Ike visita Texas (Houston, 13 de septiembre de 2008)

Tras la visita discreta del huracán Gustav, que finalmente se decidió por volver a visitar a la ya afectada Nueva Orleans, la inminente llegada del huracán Ike nos llenó de escepticismo. Pero el miércoles supimos que no era broma: esta vez Texas era su destino definitivo.

El jueves, los alumnos mostraban cierto nerviosismo y constantemente preguntaban si eran ciertos los rumores que soplaban con fuerza en los pasillos: que iban a cancelar las clases el viernes. Aún así, mostraron un comportamiento admirable y pudimos hacer clase con total normalidad, y es que este año de nuevo soy afortunado al tener unas clases excepcionalmente buenas. Sin embargo, en la cuarta hora, los rumores se confirmaron: las clases del viernes se cancelaron en todo el condado, aunque la orden de evacuación solo era obligatoria para los condados de la costa. A las 2:30 nos aseguramos de que todos los niños regresaban a sus casas para prepararse para la visita de Ike.

Sydney entró en mi aula con cara de incrédula: “¿va en serio, esto, o qué?” –me dijo. “Creo que sí” –le contesté. Cubrimos el ordenador con la bolsa de plástico reglamentaria, desenchufé todos los cables, y nos largamos a mi casa a recoger mis cosas, incluido el gato, para refugiarme en su casa, un apartamento de veinticinco plantas que ya ha pasado por varias situaciones de emergencia. Una vez allí, decidimos ir al supermercado porque la radio avisaba que todo iba a cerrar a las 10:00. Heidi se enojó con nosotros porque no habíamos llenado de gasolina los depósitos, y es que en ninguna gasolinera quedaba ya una gota de carburante. Así que decidimos ir caminando, para ahorrar. En el supermercado apenas quedaban latas de comida, pero sí abundante fruta y comida preparada que, por cierto, estaban vendiendo a mitad de precio para evitar tener que tirarla al cerrar. Una mujer no paraba de decir “This is fun, this is so much fun!” mientras llenaba su carro de comida preparada como loca.

De vuelta a casa, y con la cocina llena de cerveza, vino, galletas, agua, pan y demás, empezaron a venir más amigos y más colchones. Desde el balcón, la vista de los rascacielos con el sol naranja escondiéndose tras ellos y las escasas nubes no parecía anunciar más que un bonito y soleado viernes.

Y así fue, aunque tan solo por unas horas. El sol de nuevo amaneció, pero al cabo de unas horas empezó a nublarse. Con las nubes, llegó el preludio en ráfagas de viento, silbando amenazante durante horas y horas, mientras observábamos por la televisión cómo el mar aumentaba rápidamente el nivel de agua hasta convertir la isla de Galveston en un auténtico mar de tejaditos de madera. Y al caer la noche, llegó a Houston toda la comparsa: el viento, la lluvia, los silbidos, las ráfagas, la destrucción. Ike nos ha azotado durante gran parte de la noche. Cada dos o tres horas, mi sentido de la supervivencia me despertaba para comprobar que ahí seguían el fuerte viento, la lluvia horizontal, los silbidos grotescos, las ráfagas que trataban de infiltrar el agua entre las rendijas de las ventanas. Pero al comprobar que el gato y mi compañero de habitación seguían durmiendo tranquilamente, yo también me tranquilizaba por dos o tres horas más, y así hasta que Sydney nos vino a despertar.

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16 octubre 2008

Si Cervantes fuera francés

A raíz del post de Janfri y de las eternas disputas hispano-francesas, he recordado un artículo de mi admirado Arturo Pérez-Reverte, en que saca a relucir el orgullo patrio y critica el patriotismo ejercido por el país vecino. Aquí os lo transcribo porque merece la pena.

Hay cosas que no termina uno de tragarle a los franceses. Los camiones de fruta quemados en las carreteras, por ejemplo. Los Cien Mil Hijos de San Luis, la fuga de Villeneuve en Trafalgar, la política proserbia en Yugoslavia o esa forma que tienen de enarcar los labios, así, para pronunciar las oes con acento circunflejo. Sin embargo, París lo reconcilia a uno con todo eso. Basta darse una vuelta por los buquinistas de la orilla izquierda, sentarse a tomar algo en ‘Les Deux Magots’, leer a Stendhal, calentar un cuchillo y cortarse una rebanada de foie gras regado con Cháteau Margaux, para que todos los prejuicios se diluyan en el aire e incluso ese retrato de Francisco I que hay en el Louvre, de perfil, le caiga a uno simpático. Que ya es caer.

Uno está en ello y se pasea por la plaza de los Vosgos mirando los escaparates de los anticuarios, cuando de pronto va y descubre una bandera francesa que ondea en un edificio, al fondo. Se acerca con la cautela de quien conoce la desmedida afición de los franchutes a ponerle una tricolor a todo lo que no se mueve, y descubre que se trata de la casa donde, según reza la correspondiente placa conmemorativa, vivió Victor Hugo, patriarca de las letras galas y autor, entre otras cosas, de ‘Los miserables’ y de ‘Nuestra Señora de París’. La visita se vuelve obligada –los niños no pagan- y el visitante deambula con absoluta libertad por estancias llenas de recuerdos, grabados, muebles y fotografías que guardan la memoria del gran hombre. Todo conservado con devoción perfecta, con respeto minucioso que incluye hasta unas flores secas cogidas por Hugo en el campo de batalla de Waterloo, durante la visita que realizó a Bélgica para escribir los dos capítulos sobre esa batalla en ‘Los miserables’.

Después, en la calle, uno se apoya en cualquier pared, junto a cualquiera de las 85.000 lápidas conmemorativas de franceses que lucharon por la liberación de la Patria existentes en la ciudad -no comprendo cómo tardaron tanto en irse los alemanes, con toda Francia en la Resistencia-, enciende un cigarrillo si es que fuma, y mueve la cabeza reflexionando. Son muy suyos, desde luego. Chauvinistas y todo lo que ustedes quieran, con el corazón en la izquierda y la cartera a la derecha. Pero convierten la casa donde vivió Victor Hugo en monumento nacional con bandera incluida. Y el taller de Delacroix, por ejemplo. O la tumba de Chateaubriand en su isla, frente a Saint-Malo. Y llevan a los niños de los colegios para que lo vean. Y les enseñan, desde pequeñitos y con la letra de ‘La marsellesa’, que eso también es Francia. Su orgullo y su memoria.

La segunda parte de la reflexión es descorazonadora porque uno se pregunta, acto seguido, dónde estarían la casa y los recuerdos de Victor Hugo si en vez de ser hijo de un general de Napoleón hubiera nacido en España. Un país el nuestro donde el que suscribe, por ejemplo, ignora en qué lugares vivieron Lope de Vega, Calderón, Bécquer o Pío Baroja, y aunque lo supiese iba a dar lo mismo. Un país donde creo recordar vagamente que un tal Quevedo estuvo preso escribiendo sonetos en lo que hoy es un hotel de lujo, de acceso restringido a los que pueden pagarlo. Un país donde aquel viejo y buen soldado Miguel de Cervantes, Saavedra por parte de madre, está enterrado detrás de una siniestra y anónima pared de ladrillo en un convento olvidado de Madrid, con una placa de mala muerte apenas visible en un callejón oscuro. Donde la casa donde se imprimió el Quijote no es más que eso, una casa donde algunos pocos saben que se imprimió el Quijote. Donde lo que encuentran los que viajan por La Mancha son, molinos aparte, tascas de carretera anunciando vinos y quesos bautizados como personajes de Cervantes, y –sutil concesión poética- durante mucho tiempo, en forma de enorme cartel a la entrada de Las Pedroñeras, los siguientes versos inmortales:

En un lugar de la Mancha
don Quijote una meá echó
y salieron unos ajos gordos.
Por eso, andes arriba o abajo
de Pedroñeras son los ajos.

Es mejor no imaginar siquiera qué habrían hecho los franceses, chauvinistas y patrioteros como son, si en vez de nacer en España Cervantes hubiera aterrizado al norte de los Pirineos. A estas alturas tendríamos Cervantes hasta en la sopa, aborrecido de tanto restregárnoslo nuestros vecinos por las narices: casa natal, casa mortuoria, cárceles diversas, imprenta y posadas varias serían, sin la menor duda, santuarios inviolables y de peregrinación obligatoria, con muchas mayúsculas en cualquier guía Hachette o Michelin. Con el dineral que cuesta mantener todo eso, tanta bandera y tanta lápida. Además, ¿imaginan a los turistas japoneses con la efigie del Divino Manco en sus camisetas, visitando Pigalle...? Sudores fríos dan, sólo de pensarlo.

Claro que, a lo mejor, por mucha casa y mucho museo que le consagrasen, un Cervantes francés tampoco habría escrito el Quijote, cuyo protagonista tan acertadamente refleja la esencia del alma española –Jesús Gil, Ruiz Mateos, Hormaechea, Rappel–. Igual hubiera escrito ‘A la recherche du temps perdu’. Que como todo el mundo sabe, es una perfecta mariconada.

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15 octubre 2008

Carta al Sr. Platini

Estimado Señor Platini,

Te escribo estas líneas para decirle que eres un hijo de puta. Sí, abiertamente. Tu actitud en contra de mi pais me ha hecho decidirme a decirtelo directamente. Eres un mierdas. Te escondes detrás de esa organización terrorista la cual presides a la que llaman UEFA. ¿Quién cojones te piensas que eres? ¿Acaso crees que la secta de mierda que dirijes tiene el suficiente peso político o social? ¿Quién coño eres tu para enviar un mensaje al presidente del gobierno Español?

El único nombre que tienes es debido a que tu país no ha tenido futbolistas en condiciones hasta que llegó el Sr. Zidane. Tu eres un prenda, no tenias ni puta idea de jugar y lo más jodido es que te lo creías; además, sacabas pecho como jugador con caracter, pero, ¿conoces a Juanito? Seguro que sí. Seguro que se te ponían los huevos por corbata cada vez que oías su nombre.

Ahora eres un chupapollas. Me pregunto cuantas veces te abrás dejad petar el culo para llegar a dónde estás. Tu único objetivo, joder al país que envídias, y al que quieres joder como puedas, ahora al Atlético de Madrid y luego aquien se tercie.

Sr. Platini, vayase a tomar por culo, usted y su puto páis. Espero no ver su jodido nombre nunca más.

Aupa Atleti,,,

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10 octubre 2008

Diario de una ninfómana

Belén Fabra, Leonardo Sbaraglia, Ángela Molina, Llum Barrera y Geraldine Chaplin, con música de Antonio Orozco y basada en el best-seller de Valerie Tasso.

Esta película se estrena el próximo 17 de octubre, yo, evidentemente no la he visto pero los ingredientes auguran una gran aclamación de la crítica y del público.

Os dejo el trailer.

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