21 octubre 2008

Ike, el día después (Stafford, 14 de septiembre)

Tras dos días encerrados en la decimoquinta planta de uno de los edificios de apartamentos más veteranos y robustos de Houston, estábamos desesperados por salir a tomar el aire y comprobar cuáles habían sido los daños materiales en la zona. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nuestro refugio no solo nos había protegido, también nos había aislado de la realidad que se mostraba ante nuestros ojos.

La gran mayoría de los distritos de la ciudad se había quedado sin luz, y eso en la ciudad con más aire acondicionado y más autopistas y semáforos del mundo era algo digno de ver. Ramas, troncos y árboles enteros invadían gran parte de las calles, como si el mundo se hubiese parado y la naturaleza hubiese recuperado la tierra que le arrebató el asfalto y, entre ramas, troncos y árboles enteros, caminaban personas que en una situación normal jamás de hubiesen visto las caras. Todos nos mirábamos como si descubriéramos por fin que teníamos muchas más cosas en común de lo que pensábamos, como si empezásemos a entender que éramos vulnerables y que más valía estar un poco más unidos. Ojalá algunos aquí también aprendan que el agua, la gasolina, la electricidad y todo lo que conlleva eso no siempre está disponible y que cuando se tiene se debe usar con sentido común. Que se acabe el despilfarro y que comience la era de la sostenibilidad. Jamás había visto a Sydney tan feliz al ver a sus compatriotas caminando, mirándose las caras, ayudándose, tomando el fresco en las calles. Había troncos centenarios partidos en dos, ventanas rotas, vallas caídas, y los tan definidos límites de la tan preciada propiedad privada texana se habían ido al carajo en tan solo unas horas. Por unos días, tu problema también es mi problema, tu árbol ha partido en pedazos nuestra valla, nuestro coche, algún tejado incluso, el desastre había afectado a ricos y a pobres, como la muerte.

Afortunadamente, no se han registrado apenas víctimas mortales. Las autoridades han actuado con un sentido de la previsión tan enfermizo que me hace pensar que, por lo menos, Katrina sirvió de algo. Yo le llamo el síndrome de Katrina, o katrinitis. Las pocas víctimas se han hallado en la costa, donde el nivel del mar aumentó tanto que las olas o la corriente se llevaron a algún cabezota que decidió no hacer caso de la evacuación obligatoria. Al aumentar tanto el nivel del mar, no tan solo ha desaparecido el trazado de la bella ciudad de Galveston, sino que los ríos que desembocan en la bahía comenzaron a drenar las aguas en sentido contrario, y en lugar de desahogar las calles de Houston, algunas se han inundado.

Mientras recorríamos las calles lentamente, sorteando árboles, carteles y miradas condescendientes, descubrimos que una tienda de 24 horas logró, mediante generadores, abrir sus puertas para vender productos de primera necesidad. Nos apresuramos e hicimos cola para comprar cerveza y tabaco y nos dimos cuenta de que esos eran los productos de primera necesidad que compraban absolutamente todos en la cola. Al salir, el dueño del bar de al lado decidió abrir para que todos nos pudiéramos sentar al aire libre. Al no haber luz, algunos decidieron poner música desde sus “trocas”, con lo cual la fiesta fue total. Eso sí, al marchar el sol, como ha ocurrido durante millones de años en este planeta, se acabó la luz y el dueño nos dijo que nos fuéramos a casa. A partir de las siete hay toque de queda para evitar vandalismo, aunque muchos, como nosotros, hemos hecho oídos sordos a las autoridades y por la noche hemos encontrado dos pubs con luz, música, cerveza y un montón de gente que prefiere divertirse antes que pasar una noche de insomnio en una casa sin luz ni agua.

Y ya estoy de vuelta en casa, de nuevo me siento afortunado porque aquí tampoco se ha ido la luz y mi pescado y mis gambas siguen congeladitos, así que me voy a poner las botas con la paella que voy a preparar para celebrar que no hay escuela ni el lunes ni el martes. ¿Alguien se anima?

1 comentario:

Danitrax dijo...

Yo me apuntaba, pero resulta que los billetes de metro no contemplan un tarifa de ida y vuelta para Huston.