30 julio 2008

Astronautas y balseros

Hace una semana, el Johnson Space Center de Houston anunció la próxima construcción de una nueva generación de naves inspiradas en las cápsulas Apolo que transportaron a los primeros seres humanos fuera de la órbita terreste.

La primera de ellas, Orion, se destinará a la construcción de la primera base lunar desde la que partirán los primeros vuelos tripulados a Marte. Tras las recepción de semejante noticia, no es de sorprender que mis ojos y mi boca experimentaran la mayor apertura que mis músculos faciales me permiten ejercer al conocer, en una pequeña fiesta privada en el centro de Houston, a dos empleadas del Centro de Control de Misiones de la NASA. El hombre César se convirtió en cuestión de segundos en el niño que no para de hacer preguntas entrecortadas al temblarle la voz, las piernas y las manos. Quería saberlo todo, si hay agua en la luna, si hay agua en Marte, si podré viajar pronto en sus naves y poder ver la Tierra entera a mis pies, mientras me río de todos los problemas que nos aquejan y nos convierten en hormiguitas ciegas e ignorantes de los misterios que nos depara el universo. Me contaron que Atlantis, el transbordador de la próxima misión, debía partir en cuanto Ernesto, el huracán que merodeaba amenazante entre Cuba y Florida, se largara. La misión de Atlantis es desplazarse hasta la actual Estación Espacial Internacional y recoger a un austronauta ruso que les está esperando. Menudo coraje que tiene el ruso al quedarse ahí arriba esperando que pasen a recogerlo. Y nosotros nos ponemos frenéticos cuando a la una de la noche no circula ningún taxi para volver a casa en medio de la ciudad. También me prometieron, tras un poco de insistencia por mi parte, que me enseñarían en secreto el Centro de Control de Misiones desde el que, en la película “2001”, se anunciaba a los tripulantes que el superordenador HAL 7000 había cometido el primer fallo de su historia.

Mientras tanto, en La Tierra, en un modesto barrio de Houston, exiliados cubanos ríen y lloran ante sus alegrías y sus penas tras haber conseguido, tras el cuarto intento, pisar suelo norteamericano. Su misión es retar a los que les arrancan las alas. Los balseros no viajan en transbordador. Pero poseen un extraordinario sentido de la técnica que los convierte en inmejorables constructores de barcas de madera y latón que los desplaza hacia un horizonte de libertad.

Hablé con Miguel, un joven de extraordinario valor e inteligencia. Profesor de computación en La Habana, las autoridades castristas compensaron su dedicación al régimen con un importante ascenso que lo convertía en un hombre de rango en su área de conocimiento. En Cuba existen cursos televisados de informática a distancia grabados por él. Sin embargo, en sus horas libres, Miguel, sus familiares y algunos amigos, construían la balsa que los transportaría a Florida. Conocían las rutas alternativas por donde se evitan las patrullas marítimas. Pero en el primer intento, fueron sorprendidos y devueltos a la isla que tanto aman pero que tanto les aplasta a la vez. Al enterarse de los sucesos, los castristas le rebajaron a un puesto inferior y estuvo preso durante un día. A partir de ahí, ya apenas quedan motivos para permanecer en Cuba. Hubo dos intentos fallidos más. Pero Miguel es paciente, perseverante y fuerte. En el cuarto intento, Miguel y sus trece acompañantes tienen aún más experiencia y planean la huida con detalle. La balsa está equipada con motor. Y aunque el motor se estropea en varias ocasiones, consiguen repararlo. La brújula les falla, pero consiguen guiarse mediante las estrellas. Y las estrellas observan condescendientes cómo el hombre persevera. Les acompaña Laika, la perrita con el nombre del que fue el primer animal no humano que viajó al espacio exterior. De momento, nuestra Laika cubana ha tenido más fortuna que la rusa y corretea feliz por la casa de nuestros nuevos amigos en Houston.

Estas personas son auténticos Astronautas del Caribe: ingenieros, esgrimistas, traductores de ruso, poetas, profesores y maestros, chefs de cocina internacional. Todos llegaron en balsa, mientras Florida y Texas planean colonias en el exterior a las que los ricos pronto se desplazarán para aún distanciarse más del planeta que poco a poco se calcina, se degrada. Pero bueno, tras un par de cervezas y tres poesías, sólo recordamos lo felices que aún somos.

Este informe está dedicado a Dani, esperando que pronto lleguen buenas noticias de la Agencia Espacial Europea y reciba el puesto que merece para trabajar en la Guayana francesa.

Idea original: Cesar
Edición: Jose

1 comentario:

Danitrax dijo...

¡Hay agua en Marte!